domingo, 24 de noviembre de 2013

Desembarcas del tren, con tu traje marrón y tu gorro de gentleman, yo con mi falda y mis medias, como te prometí. Nos abrazamos emocionados por el re-encuentro de nuestras almas. Aún no sabemos lo que ocurrirá horas más tarde.

Paseamos cogidos del brazo por la ciudad, mientras nos reconocemos. Me excito al imaginar fugazmente mi sometimiento, atada con cadenas, durante la visita a una pequeña iglesia. Te vuelvo a reconocer, como la primera vez que te ví, pero me resisto a dar crédito.

Y todo se sucede, poco a poco, gradualmente, mientras nuestras mentes se relajan, y nuestros Egos se calman, dejando paso a la esencia más pura.
Me rindo ante la sobirania de ella, de tu esencia, de mi esencia, porque es lícita, porque no hay miedos, porque es firme y está segura. Sigo los instintos más primarios, abandonando mi cabeza traicionera, mientras danzamos llevando tú el paso, el ritmo.

Y llega el cenit en el que mi mente, mi cuerpo y mi voluntad se entregan, dejando paso a la inundación de emociones, sentimientos y sensaciones, cual ola en pleno temporal.

Ahora estoy en manos del Destino, pero al fin y al cabo, libre y feliz...



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