Paseamos cogidos del brazo por la ciudad, mientras nos reconocemos. Me excito al imaginar fugazmente mi sometimiento, atada con cadenas, durante la visita a una pequeña iglesia. Te vuelvo a reconocer, como la primera vez que te ví, pero me resisto a dar crédito.
Y todo se sucede, poco a poco, gradualmente, mientras nuestras mentes se relajan, y nuestros Egos se calman, dejando paso a la esencia más pura.
Me rindo ante la sobirania de ella, de tu esencia, de mi esencia, porque es lícita, porque no hay miedos, porque es firme y está segura. Sigo los instintos más primarios, abandonando mi cabeza traicionera, mientras danzamos llevando tú el paso, el ritmo.
Y llega el cenit en el que mi mente, mi cuerpo y mi voluntad se entregan, dejando paso a la inundación de emociones, sentimientos y sensaciones, cual ola en pleno temporal.
Ahora estoy en manos del Destino, pero al fin y al cabo, libre y feliz...
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