miércoles, 15 de enero de 2014

Una simple llamada

Suena el teléfono y oye su voz. Esa voz aterciopelada hace que se vuelva a estremecer, a pesar de las 1.100 horas que han pasado ya desde su último beso, el de despedida, el del aeropuerto.
Ella no sabía que sería el último. Creyó que sería el primero de muchos y más profundos. Y lo sintió en el corazón.

Su voz la embriaga, y él empieza a dominar la situación con sus suaves palabras, su puesta en escena, provocando que ella se quede sin voluntad. Ya está cedida, entregada a él de nuevo y sin a penas percatarse, pero como siempre fue en realidad.
De repente se da cuenta de que está volviendo a revivir en cada uno de sus sentidos, en su cuerpo, aquello que vivió, aquello que sintió en su presencia. Y se excita. Su pulsión es tan fuerte que vuelve a perder su razón. Ella siente que ya no es ella, sino Su Perra. Solamente la excitación y el deseo de complacer al que siente deseosa y profundamente como su Amo, hace que su entrega sea mayor. Únicamente pensando en complacer al que siente como legítimo, ella ofrece, sin esperar órdenes, ofrece de corazón aquello que ella tiene: su SER.

Y él continúa narrando, haciendo que ella a cada palabra, a cada frase, se excite más, siendo difícil el control, pero no duda ni por un momento en no esperar a su permiso. Aguanta, sintiendo como cada músculo está tensado, cada tendón está a punto de desgarrarse, todo su vientre está a punto de explotar. Sus caderas se mueven en círculos, siguiendo el ritmo de la narración, porque él alimenta a cada paso el ritmo, porque él domina, controla, porque él sabe que la tiene completamente en sus manos, controlada, dominada. Porque no hay distancia física. Porque ella está entregada y él está dominando.
Llega la orden y algo explota dentro de ella. Cerrando los ojos, boca arriba, ve como del centro de su pecho, un haz de luz se dirige hacia él, intentándole hacer llegar cada partícula de su éxtasis.

Tiembla, y mientras las lágrimas inundan sus ojos, se le pone un nudo en la garganta, que intenta disimular volviendo a hablar, pudiendo sonar incluso forzado, para que no se note, para no querer hacer sufrir a aquél Dominante que la ha vuelto a llevar de nuevo al éxtasis. Porque el premio ha sido suyo. Ella siente como el brutal orgasmo que acaba de vivir, no es suyo, sino de Él... como todos los vividos con Él...




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