martes, 21 de mayo de 2013

Una granja...

Ésta noche el insomnio se ha cebado conmigo...
Pero algo de bueno he sacado: una visión peculiar con aires de granja, a cerca de mi historia amorosa.

Érase una vez un ave que acabó viviendo en una granja.
Se crió entre pollos con tendencias de gallo, gallos que en realidad eran pollos, pollos-pollos, muuuuuchas gallinas, y el granjero (que por cierto, era bastante "rarito").

Durante años, le alimentaron con pienso para pollos. Una vez estaba bien hermoso, gordito, muy bien domesticado (hasta comía de la mano del granjero), y con un buen plumaje, el granjero (que resultaba ser un gallina disfrazado), ¡zas! le cortaba la cabeza.
Pero claro, como no era un pollo, ni una gallina y ni mucho menos un gallo, sino una ave no definida, quedaba aturdida, dolorida, magullada, pero no moría, la muy jodida...
Finalmente, la desechaban porque ni les servía para comer ya que no la podían matar, ni como adorno porque era una especie "extremadamente rara".

Ella, una vez se recuperaba del varapalo, emprendia de nuevo el camino, encontrándose otras especies, también extrañas, con las que entablaba interesantes conversaciones a cerca de la vida, los cuidados, el aprendizaje...
Caminaban juntas, pero por senderos distintos...

De vez en cuando, un granjero (lo de siempre, gallina disfrazado) se prendía de su extrañez, la apresaba, y volvía una y otra vez el mismo ritual.
El ave, la muy tonta, caía una y otra vez. No aprendía. Luchaba un poco, pero no estaba hecha para ser un gallo de pelea, y sus fuerzas fallaban rápidamente.
Se decia una y otra vez para sus adentros, que su lección en ésta vida era aprender a luchar. Pero cuando lo hacía se sentía fatal.
Al final siempre se acababa relacionando con los cerdos de la granja (porque eran los más cachondos, y se reía un montón) que le recomendaban a Coelho, Benedetti, Galeano, Dalai Lama, a la vez que Mortadelo y Filemón, y Zipi y Zape...

Con ellos, aprendió la gran lección: "Para dejar de luchar, simplemente, no luches, no pongas resistencia, simplemente SÉ...", que quizá son el resto los que tienen que aprender de ti, no tu de ellos...

Y volvió a caminar después de que la volvieran a desechar.
Y volvió a ser apresada, por otro granjero (al que ya le había parecido ver alguna pluma), repitiendo la historia de nuevo.
Pero esta vez, la granja estaba a la orilla de un río tranquilo y una vez que pudo, salió y vió su rostro reflejado en el agua por primera vez. De repente, oyó a lo lejos, los mismos cánticos que ella emitía cada atardecer.

Extrañada, volvió a la granja por voluntad propia , sabiendo que algo muy profundo había cambiado en su forma de ver, de mirar....
Ésos colores rojos de su plumaje, ese brillo especial, la aturdían. Luego cayó en cuenta de ése fuego que desprendía desde su interior una vez la desechaban...


¿Qué será lo que ha visto?


Sí.... Y renacerá infinitamente, en vida y en muerte....


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